SISTEMAS SENSORIALES


 VISIÓN

El sistema visual detecta los estímulos luminosos (ondas electromagnéticas), distinguiendo entre dos características de la luz, su intensidad y la longitud de onda (los colores). Sin embargo, la luz, antes de llegar a la retina atraviesa las distintas partes del ojo: la córnea, el humor acuoso, la pupila, el cristalino o lente natural del ojo y el humor vítreo. Además, la retina contiene dos tipos de células fotorreceptoras. Las llamadas bastones (responsables de la visión periférica y nocturna) y conos (son sensitivas al color de la luz).



- La corteza visual primaria se localiza en la región posterior de los lóbulos occipitales, gran parte de ella oculta tras la cisura longitudinal.

-Las áreas de corteza visual secundaria se sitúan en dos regiones generales: la corteza preestriada y la corteza inferotemporal.

  La corteza preestriada es la banda de tejido del lóbulo occipital que rodea a la corteza visual primaria.

2.    La corteza inferotemporal es la corteza de la región inferior del lóbulo temporal.

      En varias partes de la corteza cerebral se encuentran áreas de corteza asociativa que reciben input visual, pero el área más amplia está en la corteza parietal posterior.

Es, seguramente, el sentido más desarrollado en el cuerpo humano. Y prueba de ello es el hecho de que seamos capaces de diferenciar más de 10 millones de colores distintos y ver objetos muy pequeños, de hasta 0,9 mm. Como ya hemos comentado, el sentido de la vista es el conjunto de procesos fisiológicos que permiten transformar la información lumínica en mensajes eléctricos que puedan viajar el cerebro, donde serán decodificados para lograr la proyección de imágenes.

Por ello, para entender cómo funciona, primero debemos detenernos a analizar las propiedades de la luz, pues esto determina el funcionamiento de nuestros ojos. Después, veremos cómo los ojos transforman la información lumínica en mensajes que puedan viajar por el sistema nervioso. Y, por último, veremos cómo estos llegan al cerebro y son convertidos en la proyección de imágenes que nos permite ver. Por lo tanto, lo que llega a nuestros ojos son ondas que viajan por el espacio. Y dependiendo de cuál sea la longitud de esta onda, lo que nos llegará podremos no verlo (como la mayoría de radiaciones) o, si está en el rango de entre 700 y 400 nm, sí que podremos percibirlos. Por lo tanto, la luz llega a nuestros ojos en forma de onda. Y una vez dentro, empiezan las reacciones fisiológicas propias del sentido de la vista.

AUDICIÓN 

El oído se compone de un sistema de conducción del sonido (el oído medio y externo) y de un receptor (el oído interno). Las ondas sonoras que atraviesan el conducto auditivo externo inciden sobre la membrana timpánica y la hacen vibrar. Esta vibración se transmite al estribo a través del martillo y del yunque. La audición depende de una serie de pasos complejos que convierten las ondas sonoras que viajan por el aire en señales eléctricas. Estas señales llegan al cerebro a través del nervio auditivo. Las ondas sonoras entran al oído externo a través de un pasaje estrecho llamado “conducto auditivo” que llega hasta el tímpano.




Y de entre los cinco sentidos, el del oído es uno de los que más sentido tiene (nunca mejor dicho) a nivel evolutivo y animal. Y es que disponer de estructuras que permitan convertir las vibraciones acústicas en estímulos que nos sirvan para localizar sonidos es, en todos los ámbitos de la vida, prácticamente imprescindible.

En resumen, el sentido del oído es aquel conjunto de procesos neurológicos que nos permite convertir una información física (vibraciones en el medio aéreo) en unas señales eléctricas que, tras llegar al cerebro y ser procesadas por él, nos permitirán experimentar los sonidos en sí. Quien oye realmente es el cerebro.



La audición es un proceso complejo, que involucra tanto elementos externos, como procesos fisiológicos del cuerpo, a lo largo de dos sistemas auditivos:

·         Periférico: Es el oído que capta los sonidos.

·         Central: Es el sistema nervioso que los interpreta.

El punto de inicio, lógicamente, es la producción de ondas sonoras por algún fenómeno de la realidad, y su transmisión por el aire hasta los pabellones externos de las orejas, que operan como antenas de recepción del sonido, conduciendo las ondas sonoras hacia su interior, a través del conducto auditivo.

Las ondas sonoras llegan así al tímpano, que es una membrana flexible capaz de vibrar de acuerdo al sonido percibido. Así se transmite a una cadena de huesecillos que lo amplifican y los transmiten al oído interno, a través de la ventana oval.



Finalmente, el sonido moviliza los líquidos contenidos en la cóclea (llamados perilinfa y endolinfa) y también a las células ciliadas que hay en su interior, encargadas de transformar la vibración percibida en información nerviosa que se envía al cerebro a través del nervio auditivo.

Finalmente, la información nerviosa es recogida por la corteza auditiva primaria del lóbulo temporal del cerebro, en donde es procesada y compartida con el resto del cerebro para producir una reacción adecuada.


TACTO

Es uno de los sentidos más importantes del organismo y uno de los que antes se desarrolla en el ser humano. La piel es el órgano sensorial para el tacto. A través de ella discriminamos cuatro tipos de sensaciones: frío, calor, dolor y contacto. Este sistema ofrece protección, ya que nos avisa de estímulos potencialmente nocivos a los que podemos responder haciendo los movimientos adecuados cuando aumenta nuestro nivel de alerta, por ejemplo, cuando retiramos la mano de algo que quema. Cuando sientes dolor, presión o calor, estos receptores envían señales eléctricas a las neuronas que transmiten el mensaje hasta el cerebro mediante la médula espinal. Esta red de nervios está presente entre la epidermis y la dermis, y se compone de un inmenso ejército de receptores diferentes, cada uno especializado en un cierto tipo de estímulos: 

-Sensibilidad protopática: Establece poca o ninguna diferencia entre sus estímulos, pero al mismo tiempo es la más rápida en ser percibida. Normalmente se ocupa de estímulos burdos o poco delicados, como el calor o frío extremo, el dolor y el tacto brusco, que el sujeto no puede ubicar con exactitud en su cuerpo, pero a los que reacciona de inmediato.

-Sensibilidad epicrítica: Se trata de una forma mucho más refinada del tacto, localizada, exacta y con alto nivel de diferenciación entre estímulos, como la capacidad de reconocer formas y tamaños. Normalmente para manifestarse debe inhibir la sensibilidad protática hasta cierto punto.

-Sensibilidad termoalgésica: Se trata del sentido táctil vinculado con la temperatura (sensibilidad térmica) y el dolor (sensibilidad algésica).


El tacto no se encuentra confinado a un órgano principal, como ocurre con la vista o la audición. Por el contrario, se extiende a lo largo y ancho de nuestra piel y nuestros tejidos internos. La piel es de suma importante para el organismo. En primer lugar, es una barrera protectora que nos aísla y comunica selectivamente con el afuera. Por otro lado, nos mantiene constantemente informados sobre la temperatura ambiental, sobre los daños que sufrimos o sobre los objetos que tropezamos. La piel cuenta con sensibilidad por toda su superficie, pero concentra sus receptores especializados en algunas zonas específicas. Por ejemplo, la lengua o la punta de los dedos son particularmente sensibles.



 Por otro lado, los genitales son la zona más sensible, ya que son responsables de las sensaciones placenteras del coito, necesarias para la reproducción. La piel consta de varias capas de tejido especializado que se halla en constante renovación. Cada una posee sus propios mecanismos de mantenimiento. Dichas capas son:

 

Epidermis. La capa externa de la piel, donde se hallan los pigmentos que le confieren su color particular (la melanina) y en la que están los poros que permiten su lubricación y refrescamiento (sudoración).

Dermis. La capa intermedia, es abundante en terminaciones nerviosas, vasos sanguíneos y glándulas de dos tipos: sebáceas (encargadas de segregar el sebo que lubrica la piel) y sudoríparas (encargadas de segregar el sudor que enfría y limpia la piel). Allí también están los folículos pilosos, de donde salen los vellos.

Hipodermis. La capa más interna, llamada tejido subcutáneo, consiste en un conjunto de tejidos grasos que cumplen funciones de reserva y de células defensivas. 

OLFATO

Las neuronas sensitivas olfatorias están situadas en una zona especializada de la mucosa nasal, el llamado epitelio olfatorio amarillento y pigmentado. Desde el bulbo olfatorio, el mensaje odorífico se transmite por dos vías. Una de ellas se dirige a la corteza primaria, área de integración de la información olfatoria. La segunda vía, llega a la corteza piriforme, con el sistema límbico como centro integrador de las respuestas emocionales, el aprendizaje y la memoria. Esto es así porque la amígdala (órgano del sistema límbico) conecta ese aroma con una emoción y el hipocampo relaciona ese aroma con un recuerdo en la memoria.

De ahí, la capacidad evocadora de los olores, que nos retrotraen a momentos vividos y genera unas respuestas vegetativas en nuestro organismo imposibles de controlar.


La percepción del olfato involucra tres aspectos importantes: la intensidad, la descripción cualitativa y la apreciación del aroma. La relación entre la concentración de un olor y la intensidad percibida es bien conocida y sigue una distribución logarítmica común, al igual que la de otros sistemas sensoriales. El umbral de detección del olor, definido como la concentración mínima en que se percibe el estímulo, puede ser hasta de partes por trillón para algunos aromas, pero esta estimación varía de un aroma a otro hasta en unas cincuenta veces o más. Cuando la descripción cualitativa se compara con la intensidad, se presenta una ligera complicación; se cree que los humanos tienen la capacidad de diferenciar hasta 10 mil olores diferentes, pero la mayoría de nosotros solamente percibimos una fracción de ellos a lo largo de la vida, por lo que a menudo la descripción de un olor varía de persona a persona.

 


El sentido del olfato es una de las ventanas más sofisticadas a través de la cual un individuo capta información del ambiente externo y por la cual los seres vivos de cualquier especie son capaces de modificar su comportamiento y establecer su gusto por determinados ambientes y alimentos. En el caso de los humanos, el aparato olfativo tiene varias diferencias respecto del que poseen animales e insectos; incluso se puede decir que nuestro sentido del olfato es extremadamente rudimentario comparado con el de otras especies. 

Por su parte, la cavidad nasal se encuentra protegida en su totalidad por una capa de células epiteliales y, curiosamente, sólo alrededor de 5% del epitelio que la cubre está relacionada con la función de detectar e identificar los aromas. El epitelio olfativo mide 2.5 cm2 y contiene aproximadamente cincuenta millones de células, mismas que albergan los receptores químicos responsables de la identificación de los olores; dichas células son estructuras provenientes del sistema nervioso central.



GUSTO

El gusto es el sentido que nos permite identificar los sabores en los alimentos. El órgano principal involucrado en la percepción del sabor es la lengua. Esta está cubierta de papilas gustativas que contienen los receptores sensoriales para el sabor: los botones gustativos.

Los alimentos introducidos en la boca estimulan los cilios, desencadenando un impulso nervioso en las fibras nerviosas cercanas que están conectadas a los nervios craneales del gusto (nervios facial y glosofaríngeo). El impulso viaja a lo largo de estos nervios craneales hasta el cerebro, que interpreta como un sabor diferente la combinación de impulsos de los diversos tipos de receptores del gusto. La información sensorial sobre el olor, el sabor, la textura y la temperatura de la comida es procesada por el cerebro de manera que se produce un sabor característico al introducir el alimento en la boca y masticarlo.


El sentido del gusto reside en la cavidad bucal, fundamentalmente en la lengua. También existen receptores gustativos en la faringe, laringe, epiglotis y tercio superior del esófago. La sensibilidad gustativa es esencial para informarnos acerca del sabor de los alimentos y de las sustancias que puedan llegar hasta nuestra boca, así mismo, ponen en marcha reflejos que hacen segregar saliva y jugos gástricos indispensables para una buena digestión.

 

A diferencia de otros sentidos, los receptores gustativos no son terminaciones nerviosas libres, sino células epiteliales modificadas, que se conocen como botones gustativos, y que, al entrar en contacto con las sustancias químicas que llegan a la boca, generan un estímulo que es trasmitido al cerebro a través de varias vías nerviosas. Los botones gustativos se agrupan en papilas gustativas. Tras exposición prolongada a un determinado sabor, las papilas gustativas se saturan y dejan de mandar información, por lo cual, al cabo de un tiempo, el sabor deja de notarse. Los seres humanos somos capaces de percibir un amplio espectro de sabores en respuesta a la combinación de varios estímulos unidos al del gusto.

 


De esta forma, la textura, temperatura y olor hacen que la sensación gustativa se integre en un nivel superior de percepción. El sentido del gusto percibe cuatro sabores básicos: dulce, salado, ácido y amargo; cada uno de ellos es detectado por un tipo especial de papilas gustativas. Las papilas sensibles al sabor dulce o salado se concentran en la punta de la lengua, las sensibles al ácido ocupan los lados y las sensibles al amargo están en la parte posterior.  Algunos autores han añadido dos sabores más: alcalino y el metálico. Se define como hipogeusia la disminución de la sensibilidad gustativa; ageusia, su ausencia, y disgeusia, a su distorsión.

 

De nada sirve que las papilas gustativas y que las termoreceptoras/táctiles conviertan los estímulos químicos, físicos y táctiles en señales nerviosas sin un mecanismo que permita que estas lleguen al cerebro, el órgano donde tendrá lugar la experimentación de los sabores, la temperatura y la presión de los alimentos.

 

Y aquí es donde entra en juego la sinapsis, el proceso bioquímico a través del cual las neuronas del sistema nervioso se transmiten los impulsos eléctricos. La sinapsis, pues, es un mecanismo mediante el cual una neurona (los receptores de las papilas) que ha generado un impulso eléctrico (donde está codificada la información del alimento) libera neurotransmisores que serán asimilados por la siguiente neurona de la red.

 

 COMENTARIO POR CRISTHIAN CASTAÑEDA:

 

El ser humano tiene cinco órganos de los sentidos: la piel, que permite el tacto; los ojos, que proporcionan la vista; los oídos, que además de captar los sonidos controlan el equilibrio; la nariz, mediante la que se perciben los olores; y, la lengua, con la que se distinguen sabores con el sentido del gusto. El tema de los sentidos es indispensable ya que a través de los sentidos se capta lo que sucede en nuestro entorno. En los seres humanos, los receptores que perciben las características, la posición y los cambios de los objetos que nos rodean se agrupan en los órganos de los sentidos, que son los oídos, la nariz, los ojos, la lengua y la piel, que se corresponden con los cinco sentidos. Los sentidos son de vital importancia porque mediante ellos nos relacionamos con el mundo. La pérdida de alguno de ellos puede suponer un gran impacto tanto para la persona que lo sufre como para su círculo más cercano.



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